jueves, 21 de mayo de 2009

Marihuana terapéutica 1

Por convicción me rebelan las prohibiciones, cualquiera de ellas tiene que estar rematadamente bien argumentada para que la considere un mal necesario y no sencillamente un mal. Si la prohibición es de un elemento natural como lo es una planta, además de rebelarme me parece ridícula, si rizando el rizo esa planta genera con mucha diferencia y con objetivo consenso (si exceptuamos a los más cerriles prohibicionistas) más beneficios para el ser humano que perjuicios, entonces paso a la más absoluta indignación.

No voy a entrar aquí a reflexionar sobre el uso recreativo del consumo de una planta como el cáñamo (que lo tiene, como prácticamente cualquier sustancia que se usa adecuadamente), ni de la antiquísima tradición de su consumo y utilización por parte del ser humano, pero no puedo evitar reflexionar aquí sobre su uso terapéutico.

Hace un par de años sufrí una contractura en el trapecio, el médico de cabecera me recetó diazepán entre otras cosas, y tras dos semanas bastante colocado con este medicamento continuaba con el mismo dolor, recordé entonces que el consumo de marihuana produce relajación muscular, así que decidí dejar el diazepán que no me estaba aliviando en absoluto y me tenía colocado casi todo el día y cambiarlo por un cigarro de pura marihuana por la noche. La marihuana la conseguí regalada de un amigo que la cultiva, ya la había probado y conocía los efectos de esa variedad en concreto. El resultado fue que con un solo cigarro de marihuana por la noche, a los cuatro días había conseguido eliminar mi contractura, cuatro noches de completo y reparador descanso terminaron con mi sufrimiento sin que durante el día, además, tuviese ninguna sensación de sedación ni dificultad en desarrollar ni mi trabajo ni ninguna otra actividad, al contrario que con el diazepán.

Asombrado (y un poco cabreado por las dos semanas inútiles de consumo del diazepán recetado) consulté a mi médico que me informó de que en efecto la marihuana entre otras cosas es un buen relajante muscular. Ahí saltaron todas mis alarmas.

Hacía tiempo que había oído algunas noticias acerca de algunos enfermos de parkinson que parecía que se beneficiaban del consumo de marihuana, pero las pasé por alto, pensé que sería algo sin verificar clínicamente, porque si no nuestras autoridades y sobre todo nuestros médicos habrían ya dado o reclamado luz verde a su uso terapéutico ¿Cómo asumir que un profesional de la medicina no recurra a lo mejor para el tratamiento de sus pacientes? Pero ahora estaba ante un hecho irrefutable experimentado por mí mismo, el cáñamo había sustituido eficazmente y con enorme ventaja al diazepán en mi problema muscular. El paso siguiente fue casi inmediato, mi madre, enferma de parkinson y de fibromialgia, con una rodilla destrozada y osteoporosis, tiene entre sus medicamentos el diazepán, así que me decidí a consultarle a su neurólogo sobre el beneficio (aunque sólo fuese como relajante muscular y analgésico) de la marihuana para mi madre.

El neurólogo fue muy claro, él no podía evidentemente recetarle marihuana a mi madre, por la sencilla razón de que es una planta prohibida y no hay receta que logre que se la suministren, pero desde luego si ella podía cultivarla y toleraba bien sus efectos, él no veía mal en absoluto que la usase como analgésico, añadió además que era en muchos casos muy beneficiosa para contrarrestar la anedonia asociada al parkinson. “Es bastante más perjudicial el tabaco que ya se fuma ahora mismo…” (mi madre es fumadora) fue en ese día su frase final al respecto, bastante esclarecedora…

Desde entonces mi madre (que es desde siempre Flora encarnada) ha cultivado su esplendorosa marihuana, y la consume ocasionalmente con efectos muy beneficiosos. A sus 70 años ha necesitado hacer un esfuerzo contra los prejuicios que desgraciadamente décadas de bombardeo informativo criminal han metido en su cabeza contra “las diabólicas drogas”, pero el efecto que le produce la sustancia es tan claramente beneficioso y tan carente de efectos negativos, que ha conseguido vencerlos casi por completo: La pobre de vez en cuando aún me comenta “yo no sé si esto de drogarme….”, lo dice alguien que ingiere más de 20 pastillas recetadas de los más diversos tipos todos los días, en fin.

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