martes, 30 de marzo de 2010

Escusitas

No actualizo mucho este blog, es cierto, pero hay que tener en cuenta a la hora de valorar este hecho tres cosas. La primera es que no creo que lo lean más que mis amigos más aburridos, o más cariñosos, o directamente más masoquistas, por lo que su función inicial (vía de desahogo personal y lugar de encuentro de personas en la misma situación) sólo la cumple al 50%, un escaso rendimiento sinceramente; la segunda es que el mismo tema del blog puede dar idea de que lo habitual es que el tiempo y las ganas de escribir abunden tanto como los pulpos de veinte patas; y la tercera es que con mucho complejo de culpa tengo que admitirme a mi mismo que en realidad he “renunciado” a mi condición de cuidador de mis padres desde hace mucho tiempo.

Es cierto que me preocupo, me intereso y colaboro en su cuidado, sobre todo haciendo gestiones y hablando con ellos (sobre todo por teléfono), pero hace ya mucho tiempo que su cuidado directo recae en dos personas que viven internas con ellos y contratados para esa labor, así que yo de cuidador nasti de plasti. La gente que me quiere y yo mismo (no suelo estar en el primer grupo, gran error por mi parte) me plantean mil y una razones para fundamentar lo lógico de esa situación: tengo una mujer y tres hijos, uno de ellos con cuatro años y dos mellizos de nueve meses, y su atención es lo primero, yo también tengo que descansar, estando yo mal poco voy a poder ayudar a mis padres, etc. Sin embargo no puedo evitar sentirme más y más culpable con cada empeoramiento de la salud y el ánimo de mis padres.

Estoy seguro de que en todos los “manuales” del cuidador de enfermos uno de los primeros errores que se señalan y al que tiende el cuidador es ese, el sentirse culpable por tener una vida aparte y en confrontación (por simple limitación de tiempo) con su papel como cuidador. Lo sé, lo he racionalizado hace mucho, pero ello no me comporta menos dolor, sinceramente, y es que poca gente puede comprender, si no se ha visto en esa situación, que por muy racionalizado y asumido que se tenga, el hecho es que uno debe tomar la dolorosa decisión (muy dolorosa) de vivir a costa de que alguien a quien quiere sufra un poco más de lo que ya sufre. Así de crudo y así de simple, por muchas vueltas que se le dé.

Así pues, querido e hipotético lector o lectora (con suerte hasta tengo dos, uno de cada), no me siento muy justificado para escribir mucho más en este blog, cuando empecé tenía la esperanza ingenua (supongo que muchos de los que empezamos un blog sufrimos de ego inflado) de que gente más ducha que yo y con más experiencia en este campo, por arte de birlibirloque, se apuntase a colaborar aquí, pero por ahora no se da el caso así que este blog sufrirá de malnutrición, mal que me pese, al menos hasta que me decida a cambiarle el nombre al blog y su temática esté relacionada con la que indica el nombre actual pero sea otra, es decir, hasta que sea de nombre lo que ya es de hecho: las experiencias sanitarias propias y ajenas de este que firma.

lunes, 16 de noviembre de 2009

A mí no me va a tocar.

Por desgracia, aunque parezca exagerado, estoy convencido de que el símil que voy a usar para pensar en la deficiente asistencia sanitaria puede ser bastante cercano a la identidad.

Cuando discuto sobre la conveniencia o no de la pena de muerte como figura penal, siempre termino argumentando lo mismo al compañero de discusión que apoya ese castigo: “Es conocido y demostrable que allí donde existe la pena de muerte siempre hay un número de casos en los que el ejecutado al final ha resultado ser inocente ¿Estás dispuesto a asumir que por ejemplo ese “error” fuese precisamente, por ejemplo, un hijo tuyo?” Normalmente ahí termina la discusión, que quizás puede alargarse un poco dependiendo del cuajo moral del interlocutor con argumentos para mí tan peregrinos, tan perversos y al fin tan elusivos de la pregunta, muy concisa y directa, como lo son: “bueno, es que eso es mala suerte…”, “es que esos que argumentas son poquísimos casos…”, etc.

Si uno consulta las estadísticas del Portal de Salud de la Comunidad de Madrid lo primero que le llama la atención es que la encuesta que puede consultar es literalmente de satisfacción de los usuarios, en ella uno descubre la alta satisfacción que muestra la encuesta de los usuarios del sistema sanitario madrileño con el servicio recibido. Vamos a dar por supuesta la bondad de la encuesta, aunque alguno dirá que eso es mucho suponer, pero insisto, vamos a suponer que la empresa privada que la ha realizado, que tiene “todas las certificaciones del mundo” y que se dedica a la consultoría en investigación de mercados, ha realizado un buen trabajo; pues bien, en esa encuesta de satisfacción hay cuatro hospitales de treinta que superan el 90% de satisfacción global, es decir, que hay cuatro hospitales de treinta en los que el porcentaje de gente satisfecha o muy satisfecha (definición del propio estudio) con el conjunto de factores preguntados sobre el servicio es de más del 90%, el resto oscilan entre el 75,7% y el 89,4% de satisfacción. O sea, en veintiséis de los treinta hospitales hay más de uno de cada diez usuarios que no están satisfechos o muy satisfechos con el servicio que le han prestado.

Uno, que no está nada satisfecho con el funcionamiento de la sanidad, ni pública ni privada, se sorprende en un primer instante de lo buenísimo que parece el dato, y a continuación concluye en la evidencia de que él tendrá que estar representado en la minoría que no aparece directamente en la encuesta, y entonces empieza a preguntarse cosas.

El resto de personas que no están satisfechas o muy satisfechas ¿Cómo están? ¿Ligeramente insatisfechas? ¿Indignadas? ¿Enterrando a un familiar? Quizás es que estoy obnubilado por mi mala experiencia y me ofusco al analizar la situación tras más de 25 años de vivir “con intensidad” nuestro sistema sanitario, pero ¿Especialmente en un servicio público como es la sanidad no parece necesario, además de ver lo bien que lo hacemos, ver qué podría mejorar o dónde están los problemas aunque sean minoritarios?

Hace un poco más de un par de semanas mi padre ha tenido un infarto cerebral y no os cansaré con las penurias que llevamos soportadas, baste explicar aquí, para ilustrar mi indignación, como culmen de la acumulación de despropósitos (que sería muy prolija de narrar), que una vez convenido con el médico de urgencias el traslado de mi padre al hospital en el que siempre ha sido atendido y donde estaba todo su historial para que lo viesen los especialistas necesarios, estuvimos esperando durante CINCO HORAS una ambulancia que lo trasladase de un hospital a otro, y cuando ésta apareció sólo venía el conductor en ella…Yo me fui del hospital con mi reclamación oficial hecha y en el momento presente, en el que nadie la ha contestado, todavía me pregunto ¿Servirá para algo? ¿O simplemente terminaré engordando un “grupito” de “no satisfechos o muy satisfechos” en alguna encuesta contratada por el Servicio Madrileño de Salud?

No sé qué porcentaje de esos que no salen directamente en la encuesta están en mi indignada situación, no lo sé porque la encuesta nada dice de nosotros ¿Seremos uno de cada mil? ¿Uno de cada 100? ¿Quizás toda esa silenciada y muy sufriente minoría, de uno de cada diez? Quizás a algunas personas (puede que desgraciadamente a la mayoría de mis conciudadanos, las elecciones así lo parecen indicar) le parezca que uno de cada mil, o uno de cada cien, o incluso uno de cada diez pacientes como mi padre, es algo asumible, un simple número más, un número pequeñito, y en el que no hay que pensar demasiado, y ahora es cuando yo le hago a todas esas personas la pregunta ¿Estás dispuesto a asumir y ver como algo normal, que por ejemplo esa persona mal atendida fuese precisamente, por ejemplo, tu hijo o tu padre?

Desgraciadamente, como en el caso de la pena de muerte y los inocentes ejecutados, allí donde se producen estos casos y la mayoría de la gente está confortablemente en su casa sin pensar siquiera en ello, la pregunta ya está respondida: Sí, la gente está dispuesta a asumirlo, aunque en su “bendita inconsciencia” no lo sepa, de hecho ya lo ha asumido si no está haciendo nada para cambiar el estado de las cosas. Y a diferencia de la discusión sobre la pena de muerte, en la que aún resta la perversa idea de que “es poco probable que a mí o a los míos les pase”, en el caso de la atención sanitaria deficiente las papeletas son muchas más, pero al que le toque ese siniestro sorteo en el futuro lamento decirle que entonces será tarde, entonces él ya no será de la mayoría que responde favorablemente a las encuestas del Servicio Madrileño de Salud y vive ahora mismo muy tranquila, para entonces ya no saldrá directamente en las encuestas y nadie hablará de él.

martes, 13 de octubre de 2009

Tras la operación y el parto

Bueno, han pasado cuatro meses desde que nacieron los mellizos y desde la operación de mi madre.

Definitivamente no estamos programados genéticamente para tener hijos de dos en dos, tengo clarísimo que es una anomalía genética…Pero es lo de siempre, supongo; los hijos molan tanto que acabas por hacer los esfuerzos más inverosímiles por ellos. De esta frase deduciréis los extraterrestres que leáis esto, que para mí inverosímil es dormir poco. Por lo demás no nos podemos quejar en absoluto, así que no lo voy a hacer.

La operación de mi madre ha sido todo un éxito, pero a estas alturas tengo una duda bastante gorda, y es que no sé si nos valdría más ser un coche de última gama que una persona de carne y hueso, a aquellos creo que se les dispensa un atención bastante más pormenorizada y detallada que a nosotros. En cualquiera de los dos casos, los profanos en la materia (tanto en mecánica como en medicina) estamos vendidos por muchos “conocimientos básicos que tengamos”, es decir, si el mecánico te vende que lo que falla es "el buje de la junta la trócola" te va a costar Dios y ayuda desenmascarar el embuste, si es que lo es…Pues lamentablemente tengo que decir que después de la operación me confirmo en esta sensación que ya tenía respecto a nuestros flamantes servicios médicos.

Si el neurólogo tras la operación “nos vende” que de nada serviría hacer un seguimiento diario de los electrodos implantados en el cerebro de mi madre (que por otra parte han quedado de maravilla por lo que parece) pues los cambios necesitan de al menos un mes para evaluarse, pues toca aguantarse y quedarse con esa copla, por más que a mi madre cada cambio le suponga un desajuste horrible entre los periodos de on y off y en su intensidad. De nada te sirve que te resulte sospechoso que el neurólogo haya pasado de tener en el centro al que vamos dos consultas en vez de cuatro y que la disponibilidad de citas para verle sea precisamente más o menos mensual. No puedo evitar pensar que quizás fuese bueno que se evaluase su estado pocos días después de un ajuste de los electrodos, pero como desconozco "la junta la trócola"…pues sólo me queda encima dar gracias porque a pesar de todo mi madre es funcionaria y a través de la Mutua tiene acceso a una seguridad médica privada, y por lo tanto en eso una privilegiada.

Mientras tanto aguanto ver a los responsables de la sanidad en la CAM, del primero al último, decir que nuestra sanidad cada vez va mejor. He decidido que por ahora esta es una batalla perdida, por suerte para ella la inmensa mayoría de la población no está habitualmente envuelta en problemas médicos graves, y por lo tanto para ellos este es un problema menor que les estallará más temprano que tarde en las narices, para entonces será tarde, y ellos serán parte a su vez de la minoría que sufre las reducciones de calidad en el sistema sanitario, mientras otros más jóvenes y sanos serán en ese momento la mayoría que se crea los embustes mal o bienintencionados de los responsables.

viernes, 29 de mayo de 2009

Marihuana terapeútica 2

Comentado antes lo que yo llamaría “lo que concierne a la vergüenza de la prohibición de la marihuana desde el punto de vista terapéutico” quiero ahora incidir en las razones de la prohibición en general y sobre todo en la denuncia de la postura de gran parte del estamento médico a este respecto.

El colegio de farmacéuticos de Barcelona ha publicado esto en su web: http://www.farmaceuticonline.com/cast/medicament/cannabis_c.html

Es un prospecto del cannabis para uso terapéutico, su lectura creo que sacaría los colores a muchos.

Como creo que un colegio de farmacéuticos no es precisamente un antro de "filoanarquistas drogados y peligrosos", ni una tribu de "fanáticos e irresponsables defensores del cáñamo caiga quien caiga", creo que podremos convenir todos en que su información es objetiva.
A pesar de que el prospecto no es ni mucho menos exhaustivo (para eso hay otros textos, el que quiera peces que se moje el culo…) si lee atentamente el texto lo primero que aprenderá un desavisado es que el cannabis, como casi cualquier sustancia, tiene sus indicaciones y sus contraindicaciones, pero está lejos de ser una droga perniciosa y mega-hiper-super-maligna de la muerte como su prohibición parece indicar, como siempre…
Por supuesto que no le vendrá bien su consumo a todo el mundo, por supuesto que se puede hacer un mal uso y abuso de la sustancia, permítaseme decir que como los chuletones de ternera entreverados de grasa o los cuernos de chocolate, si a un diabético se le ocurre meterse entre pecho y espalda diez o veinte en un día (bueno, los no diabéticos también…) lo más seguro es que se enfrente a alguna dificultad, y no por ello se mete en un índice de sustancias prohibidas a los terneros ni se encarcela a los pasteleros.
Como se puede leer en el prospecto, de manera general y fundamentado en un estudio clínico, lo único que se ha podido concluír hasta el momento es que el cánnabis es perjudicial para gente con:
• Trastornos psicóticos.
• Pacientes con problemas psicológicos.
• Problemas de corazón: arritmias cardíacas, insuficiencia coronaria o pacientes que hayan tenido alguna angina de pecho o infarto.
• Contraindicado en personas que deban utilizar maquinaria o tengan que conducir. En este caso, se recomienda, si se ha consumido cannabis por vía inhalatoria, esperar como mínimo dos horas antes de conducir. Y si se ha tomado por vía oral - inhalación, cápsulas, con la comida...-, esperar al menos cuatro horas.

Es decir, hay que aprender de una santa vez que la sustancia per se no está comprobado clínicamente que cause trastornos importantes si no que, como prácticamente todas, hay gente que por sus condiciones personales no es aconsejable que la use. Recomiendo encarecidamente que el que lea el prospecto incida especialmente en la última frase del apartado de “Riesgo de dependencia” así como en el de “Advertencias especiales”, y además que luego pruebe a leer algo similar respecto a drogas de consumo y producción legal como el tabaco o el alcohol, lo mismo si no está curtido en estas lides se lleva una sorpresa.

Y visto esto ¿Cómo nuestros queridos médicos no denuncian en masa activamente tamaña hipocresía? Ahí tenemos sin ir más lejos al ínclito José Cabrera, prestigiosísimo psiquiatra que usa ahora su gran formación, entre otras cosas, para opinar (y supongo que cobrar y figurar) en ese programa de información pública tan rigurosa y científica como es Cuarto Milenio, y entre corte para la publicidad y corte para la publicidad este individuo (y perdón por lo de individuo que dirían Les Luthiers) se permite el lujo de decir que el prospecto anteriormente citado es mentira, o sea, que el colegio de farmacéuticos de Barcelona está engañando a la gente sobre algo tan sensible importante y legalmente protegido como es su salud. ¿Habrá denunciado en el juzgado el ínclito José Cabrera al colegio por atentar contra la salud pública? Algunos como yo se lo preguntarán, y quizás el señor Cabrera debería dar respuesta a porqué sigue ahí colgado ese prospecto para información pública siendo mentira como él asegura; también deberían dar respuesta todos los médicos que encubren, callan o simplemente están ausentes…

En breve formaré parte de una familia numerosa

Dios mediante saldrán a ver qué pasa en este mundo el 5 de junio Alonso y Martín, y para saludar a su hermano Álvar claro, rezad un poquito por nosotros. La broma sobre cuándo empezaremos con la nueva reconquista ya me la han hecho mis queridísimos y agudos amigos, así que si algún despistado ha caído a leer por aquí y se le ocurre, llega tarde, lo siento.

Lo cierto es que pensando pensando, me he dado cuenta de que toda mi vida ya he formado parte de una, es decir, la que formaba con mis padres, mi hermana y mi hermano, pero es curioso cómo ahora es especial lo que antes era bastante normal respecto al número de hijos ¡¡¡Y sólo en una generación!!! Da un poco que pensar...

Por otra parte ya tenemos fecha para la operación de parkinsón de mi madre, será el día 16 también de junio, si no surgen imprevistos.

Espero que en unas semanas pueda escribir contentísimo sobre estas dos aventuras.

jueves, 21 de mayo de 2009

Marihuana terapéutica 1

Por convicción me rebelan las prohibiciones, cualquiera de ellas tiene que estar rematadamente bien argumentada para que la considere un mal necesario y no sencillamente un mal. Si la prohibición es de un elemento natural como lo es una planta, además de rebelarme me parece ridícula, si rizando el rizo esa planta genera con mucha diferencia y con objetivo consenso (si exceptuamos a los más cerriles prohibicionistas) más beneficios para el ser humano que perjuicios, entonces paso a la más absoluta indignación.

No voy a entrar aquí a reflexionar sobre el uso recreativo del consumo de una planta como el cáñamo (que lo tiene, como prácticamente cualquier sustancia que se usa adecuadamente), ni de la antiquísima tradición de su consumo y utilización por parte del ser humano, pero no puedo evitar reflexionar aquí sobre su uso terapéutico.

Hace un par de años sufrí una contractura en el trapecio, el médico de cabecera me recetó diazepán entre otras cosas, y tras dos semanas bastante colocado con este medicamento continuaba con el mismo dolor, recordé entonces que el consumo de marihuana produce relajación muscular, así que decidí dejar el diazepán que no me estaba aliviando en absoluto y me tenía colocado casi todo el día y cambiarlo por un cigarro de pura marihuana por la noche. La marihuana la conseguí regalada de un amigo que la cultiva, ya la había probado y conocía los efectos de esa variedad en concreto. El resultado fue que con un solo cigarro de marihuana por la noche, a los cuatro días había conseguido eliminar mi contractura, cuatro noches de completo y reparador descanso terminaron con mi sufrimiento sin que durante el día, además, tuviese ninguna sensación de sedación ni dificultad en desarrollar ni mi trabajo ni ninguna otra actividad, al contrario que con el diazepán.

Asombrado (y un poco cabreado por las dos semanas inútiles de consumo del diazepán recetado) consulté a mi médico que me informó de que en efecto la marihuana entre otras cosas es un buen relajante muscular. Ahí saltaron todas mis alarmas.

Hacía tiempo que había oído algunas noticias acerca de algunos enfermos de parkinson que parecía que se beneficiaban del consumo de marihuana, pero las pasé por alto, pensé que sería algo sin verificar clínicamente, porque si no nuestras autoridades y sobre todo nuestros médicos habrían ya dado o reclamado luz verde a su uso terapéutico ¿Cómo asumir que un profesional de la medicina no recurra a lo mejor para el tratamiento de sus pacientes? Pero ahora estaba ante un hecho irrefutable experimentado por mí mismo, el cáñamo había sustituido eficazmente y con enorme ventaja al diazepán en mi problema muscular. El paso siguiente fue casi inmediato, mi madre, enferma de parkinson y de fibromialgia, con una rodilla destrozada y osteoporosis, tiene entre sus medicamentos el diazepán, así que me decidí a consultarle a su neurólogo sobre el beneficio (aunque sólo fuese como relajante muscular y analgésico) de la marihuana para mi madre.

El neurólogo fue muy claro, él no podía evidentemente recetarle marihuana a mi madre, por la sencilla razón de que es una planta prohibida y no hay receta que logre que se la suministren, pero desde luego si ella podía cultivarla y toleraba bien sus efectos, él no veía mal en absoluto que la usase como analgésico, añadió además que era en muchos casos muy beneficiosa para contrarrestar la anedonia asociada al parkinson. “Es bastante más perjudicial el tabaco que ya se fuma ahora mismo…” (mi madre es fumadora) fue en ese día su frase final al respecto, bastante esclarecedora…

Desde entonces mi madre (que es desde siempre Flora encarnada) ha cultivado su esplendorosa marihuana, y la consume ocasionalmente con efectos muy beneficiosos. A sus 70 años ha necesitado hacer un esfuerzo contra los prejuicios que desgraciadamente décadas de bombardeo informativo criminal han metido en su cabeza contra “las diabólicas drogas”, pero el efecto que le produce la sustancia es tan claramente beneficioso y tan carente de efectos negativos, que ha conseguido vencerlos casi por completo: La pobre de vez en cuando aún me comenta “yo no sé si esto de drogarme….”, lo dice alguien que ingiere más de 20 pastillas recetadas de los más diversos tipos todos los días, en fin.

jueves, 14 de mayo de 2009

Los profesionales del sistema sanitario

Hace tiempo que en mi ideario político está el regresar, si alguna vez lo hubo, a un sistema laboral puramente vocacional y de servicio. Algunos opinarán, puede que con razón desde su perspectiva, que un trabajo así no se puede calificar de trabajo, lo llamarían afición, actividad de voluntariado o diez mil aufemismos más.

Pues bien, yo insisto, creo que TODOS deberíamos ser vocacionales en nuestra actividad laboral. Pero dicho esto, si puedo admitir que alguien argumente con razones de gran calibre que esto es completamente utópico, lo que no puedo dejar de señalar a cambio, es que poca gente negará que hay muchas profesiones para las que reclamamos como obvio e indispensable el requisito de la vocación, profesiones en las que si a alguien le dicen que hay trabajadores a los que les da cien mil patadas el dedicarse a ello, inmediatamente se llevaría las manos a la cabeza y pensarían que algo está funcionando muy mal. ¿Ejemplos? ¿Qué les parecen las profesiones relacionadas con la enseñanza (sobre todo de niños) o con la salud?

Si a uno le dicen que tiene que viajar en un autobús que conduce alguien mal encarado que odia su trabajo, quizás no se ponga contentísimo con la idea, pero creo que seguramente subiría a ese autobús sin problemas simplemente por no esperar diez minutos más al siguiente, mientras llegue a tiempo a su destino le importará bastante poco que el conductor crea que su trabajo es una condena bíblica; sin embargo si a esa misma persona le dicen que su cirujano odia profundamente operar, antes de que le abra el pecho, estoy prácticamente seguro de que intentaría por todos los medios a su alcance cambiar de cirujano. ¿Porqué asumimos la vocacionalidad de algunas profesiones y de otras no? ¿Hemos olvidado que de múltiples maneras todos los trabajos y el trabajo de todos, al final resultan imprescindibles de una manera más o menos evidente para el conjunto? ¿No será cuando la actividad de alguien es asumida por el conjunto de sus conciudadanos como algo mecánico y que es perfectamente asumible que sea alienante, el momento en que esa labor empieza a no proporcionar los mejores resultados posibles?

Ese es un tema largo que dejamos para otro momento, quiero centrarme ahora, como toca, en la profesión médica.

Van a operar a mi madre el mes que viene, y estamos en manos de uno de los mejores especialistas en neurocirujía de españa. Uno, si es consciente de lo que pasa a escasos mil kilómetros de su casa (un día de viaje en coche), no puede más que estar infinitamente agradecido de tener esa suerte, así, sin más, sólo con ese dato.

Pero qué quieren que les diga, a mí me reconcome la duda. Desde que su neurólogo habitual le recomendo la operación como mejor opción en el estado actual de evolución de su enfermedad de parkinson, y empezamos a ponernos en contacto con el neurocirujano y su equipo, no he sentido ni el más mínimo calor humano ni un interés más que meramente administrativo y mecánico en nosotros, al punto que durante el ingreso para las pruebas previas de valoración, uno de los días, si no llego a tiempo por la noche le administran mal la medicación a mi madre sin otra razón que la de no haber consultado el neurólogo del equipo el tratamiento que habíamos detallado por escrito y haberse conformado con medio enterarse verbalmente a través de mi madre de dicho tratamiento, mi madre se aturuyó al explicarle las horas y dosis lo cual unido a su dificultad de pronunciación en ese momento condujo a que el neurólogo dejase prescrita una medicación que mi madre ni siquiera había tomado nunca, todo por no perder cinco minutos en leer el historial que tenían desde el minuto uno del ingreso en su poder...El señor neurocirujano sólo nos ha recibido una vez durante unos pocos minutos, para simplemente admitir a mi madre como candidata a la operación, ni una explicación del proceso, ni una explicación de posibles resultados, ni...

En fin, como digo es uno de los mejores neurocirujanos del país, y deberíamos estar contentísimos y agradecidos por ello, y espero que a pesar de mi pésima impresión, a pesar de sentir que ese equipo está trabajando como quien soporta una rutina de la que hay que escapar lo antes que se pueda cada día, a pesar de que siento que nos cosifican, resulte finalmente que la sola habilidad y las manos de este señor son suficientes, que el interés, el trato y el conocimiento del paciente como persona no son determinantes, y que la operación será un éxito simplemente porque cortando y cosiendo esto aquí y esto allá, conectando este electrodo, y dando tal medicación es suficiente. Espero, no tengo otro remedio.

Mientras tanto voy a seguir intentando aplicarme yo el cuento, y procurando que mis trabajos en estudios de movilidad se ajusten lo mejor posible a la realidad y predigan lo mejor posible el futuro de los movimientos de la gente, porque si la gente pierde menos tiempo para ir de un sitio a otro, si viajan sin encabronarse con el mundo por los malditos atacascos o los escasos trenes y autobuses (por ejemplo), seguramente vivan mejor, sean más felices, y vea más sonrisas cuando salgo a la calle.