martes, 30 de marzo de 2010

Escusitas

No actualizo mucho este blog, es cierto, pero hay que tener en cuenta a la hora de valorar este hecho tres cosas. La primera es que no creo que lo lean más que mis amigos más aburridos, o más cariñosos, o directamente más masoquistas, por lo que su función inicial (vía de desahogo personal y lugar de encuentro de personas en la misma situación) sólo la cumple al 50%, un escaso rendimiento sinceramente; la segunda es que el mismo tema del blog puede dar idea de que lo habitual es que el tiempo y las ganas de escribir abunden tanto como los pulpos de veinte patas; y la tercera es que con mucho complejo de culpa tengo que admitirme a mi mismo que en realidad he “renunciado” a mi condición de cuidador de mis padres desde hace mucho tiempo.

Es cierto que me preocupo, me intereso y colaboro en su cuidado, sobre todo haciendo gestiones y hablando con ellos (sobre todo por teléfono), pero hace ya mucho tiempo que su cuidado directo recae en dos personas que viven internas con ellos y contratados para esa labor, así que yo de cuidador nasti de plasti. La gente que me quiere y yo mismo (no suelo estar en el primer grupo, gran error por mi parte) me plantean mil y una razones para fundamentar lo lógico de esa situación: tengo una mujer y tres hijos, uno de ellos con cuatro años y dos mellizos de nueve meses, y su atención es lo primero, yo también tengo que descansar, estando yo mal poco voy a poder ayudar a mis padres, etc. Sin embargo no puedo evitar sentirme más y más culpable con cada empeoramiento de la salud y el ánimo de mis padres.

Estoy seguro de que en todos los “manuales” del cuidador de enfermos uno de los primeros errores que se señalan y al que tiende el cuidador es ese, el sentirse culpable por tener una vida aparte y en confrontación (por simple limitación de tiempo) con su papel como cuidador. Lo sé, lo he racionalizado hace mucho, pero ello no me comporta menos dolor, sinceramente, y es que poca gente puede comprender, si no se ha visto en esa situación, que por muy racionalizado y asumido que se tenga, el hecho es que uno debe tomar la dolorosa decisión (muy dolorosa) de vivir a costa de que alguien a quien quiere sufra un poco más de lo que ya sufre. Así de crudo y así de simple, por muchas vueltas que se le dé.

Así pues, querido e hipotético lector o lectora (con suerte hasta tengo dos, uno de cada), no me siento muy justificado para escribir mucho más en este blog, cuando empecé tenía la esperanza ingenua (supongo que muchos de los que empezamos un blog sufrimos de ego inflado) de que gente más ducha que yo y con más experiencia en este campo, por arte de birlibirloque, se apuntase a colaborar aquí, pero por ahora no se da el caso así que este blog sufrirá de malnutrición, mal que me pese, al menos hasta que me decida a cambiarle el nombre al blog y su temática esté relacionada con la que indica el nombre actual pero sea otra, es decir, hasta que sea de nombre lo que ya es de hecho: las experiencias sanitarias propias y ajenas de este que firma.