jueves, 14 de mayo de 2009

Los profesionales del sistema sanitario

Hace tiempo que en mi ideario político está el regresar, si alguna vez lo hubo, a un sistema laboral puramente vocacional y de servicio. Algunos opinarán, puede que con razón desde su perspectiva, que un trabajo así no se puede calificar de trabajo, lo llamarían afición, actividad de voluntariado o diez mil aufemismos más.

Pues bien, yo insisto, creo que TODOS deberíamos ser vocacionales en nuestra actividad laboral. Pero dicho esto, si puedo admitir que alguien argumente con razones de gran calibre que esto es completamente utópico, lo que no puedo dejar de señalar a cambio, es que poca gente negará que hay muchas profesiones para las que reclamamos como obvio e indispensable el requisito de la vocación, profesiones en las que si a alguien le dicen que hay trabajadores a los que les da cien mil patadas el dedicarse a ello, inmediatamente se llevaría las manos a la cabeza y pensarían que algo está funcionando muy mal. ¿Ejemplos? ¿Qué les parecen las profesiones relacionadas con la enseñanza (sobre todo de niños) o con la salud?

Si a uno le dicen que tiene que viajar en un autobús que conduce alguien mal encarado que odia su trabajo, quizás no se ponga contentísimo con la idea, pero creo que seguramente subiría a ese autobús sin problemas simplemente por no esperar diez minutos más al siguiente, mientras llegue a tiempo a su destino le importará bastante poco que el conductor crea que su trabajo es una condena bíblica; sin embargo si a esa misma persona le dicen que su cirujano odia profundamente operar, antes de que le abra el pecho, estoy prácticamente seguro de que intentaría por todos los medios a su alcance cambiar de cirujano. ¿Porqué asumimos la vocacionalidad de algunas profesiones y de otras no? ¿Hemos olvidado que de múltiples maneras todos los trabajos y el trabajo de todos, al final resultan imprescindibles de una manera más o menos evidente para el conjunto? ¿No será cuando la actividad de alguien es asumida por el conjunto de sus conciudadanos como algo mecánico y que es perfectamente asumible que sea alienante, el momento en que esa labor empieza a no proporcionar los mejores resultados posibles?

Ese es un tema largo que dejamos para otro momento, quiero centrarme ahora, como toca, en la profesión médica.

Van a operar a mi madre el mes que viene, y estamos en manos de uno de los mejores especialistas en neurocirujía de españa. Uno, si es consciente de lo que pasa a escasos mil kilómetros de su casa (un día de viaje en coche), no puede más que estar infinitamente agradecido de tener esa suerte, así, sin más, sólo con ese dato.

Pero qué quieren que les diga, a mí me reconcome la duda. Desde que su neurólogo habitual le recomendo la operación como mejor opción en el estado actual de evolución de su enfermedad de parkinson, y empezamos a ponernos en contacto con el neurocirujano y su equipo, no he sentido ni el más mínimo calor humano ni un interés más que meramente administrativo y mecánico en nosotros, al punto que durante el ingreso para las pruebas previas de valoración, uno de los días, si no llego a tiempo por la noche le administran mal la medicación a mi madre sin otra razón que la de no haber consultado el neurólogo del equipo el tratamiento que habíamos detallado por escrito y haberse conformado con medio enterarse verbalmente a través de mi madre de dicho tratamiento, mi madre se aturuyó al explicarle las horas y dosis lo cual unido a su dificultad de pronunciación en ese momento condujo a que el neurólogo dejase prescrita una medicación que mi madre ni siquiera había tomado nunca, todo por no perder cinco minutos en leer el historial que tenían desde el minuto uno del ingreso en su poder...El señor neurocirujano sólo nos ha recibido una vez durante unos pocos minutos, para simplemente admitir a mi madre como candidata a la operación, ni una explicación del proceso, ni una explicación de posibles resultados, ni...

En fin, como digo es uno de los mejores neurocirujanos del país, y deberíamos estar contentísimos y agradecidos por ello, y espero que a pesar de mi pésima impresión, a pesar de sentir que ese equipo está trabajando como quien soporta una rutina de la que hay que escapar lo antes que se pueda cada día, a pesar de que siento que nos cosifican, resulte finalmente que la sola habilidad y las manos de este señor son suficientes, que el interés, el trato y el conocimiento del paciente como persona no son determinantes, y que la operación será un éxito simplemente porque cortando y cosiendo esto aquí y esto allá, conectando este electrodo, y dando tal medicación es suficiente. Espero, no tengo otro remedio.

Mientras tanto voy a seguir intentando aplicarme yo el cuento, y procurando que mis trabajos en estudios de movilidad se ajusten lo mejor posible a la realidad y predigan lo mejor posible el futuro de los movimientos de la gente, porque si la gente pierde menos tiempo para ir de un sitio a otro, si viajan sin encabronarse con el mundo por los malditos atacascos o los escasos trenes y autobuses (por ejemplo), seguramente vivan mejor, sean más felices, y vea más sonrisas cuando salgo a la calle.

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