lunes, 16 de noviembre de 2009

A mí no me va a tocar.

Por desgracia, aunque parezca exagerado, estoy convencido de que el símil que voy a usar para pensar en la deficiente asistencia sanitaria puede ser bastante cercano a la identidad.

Cuando discuto sobre la conveniencia o no de la pena de muerte como figura penal, siempre termino argumentando lo mismo al compañero de discusión que apoya ese castigo: “Es conocido y demostrable que allí donde existe la pena de muerte siempre hay un número de casos en los que el ejecutado al final ha resultado ser inocente ¿Estás dispuesto a asumir que por ejemplo ese “error” fuese precisamente, por ejemplo, un hijo tuyo?” Normalmente ahí termina la discusión, que quizás puede alargarse un poco dependiendo del cuajo moral del interlocutor con argumentos para mí tan peregrinos, tan perversos y al fin tan elusivos de la pregunta, muy concisa y directa, como lo son: “bueno, es que eso es mala suerte…”, “es que esos que argumentas son poquísimos casos…”, etc.

Si uno consulta las estadísticas del Portal de Salud de la Comunidad de Madrid lo primero que le llama la atención es que la encuesta que puede consultar es literalmente de satisfacción de los usuarios, en ella uno descubre la alta satisfacción que muestra la encuesta de los usuarios del sistema sanitario madrileño con el servicio recibido. Vamos a dar por supuesta la bondad de la encuesta, aunque alguno dirá que eso es mucho suponer, pero insisto, vamos a suponer que la empresa privada que la ha realizado, que tiene “todas las certificaciones del mundo” y que se dedica a la consultoría en investigación de mercados, ha realizado un buen trabajo; pues bien, en esa encuesta de satisfacción hay cuatro hospitales de treinta que superan el 90% de satisfacción global, es decir, que hay cuatro hospitales de treinta en los que el porcentaje de gente satisfecha o muy satisfecha (definición del propio estudio) con el conjunto de factores preguntados sobre el servicio es de más del 90%, el resto oscilan entre el 75,7% y el 89,4% de satisfacción. O sea, en veintiséis de los treinta hospitales hay más de uno de cada diez usuarios que no están satisfechos o muy satisfechos con el servicio que le han prestado.

Uno, que no está nada satisfecho con el funcionamiento de la sanidad, ni pública ni privada, se sorprende en un primer instante de lo buenísimo que parece el dato, y a continuación concluye en la evidencia de que él tendrá que estar representado en la minoría que no aparece directamente en la encuesta, y entonces empieza a preguntarse cosas.

El resto de personas que no están satisfechas o muy satisfechas ¿Cómo están? ¿Ligeramente insatisfechas? ¿Indignadas? ¿Enterrando a un familiar? Quizás es que estoy obnubilado por mi mala experiencia y me ofusco al analizar la situación tras más de 25 años de vivir “con intensidad” nuestro sistema sanitario, pero ¿Especialmente en un servicio público como es la sanidad no parece necesario, además de ver lo bien que lo hacemos, ver qué podría mejorar o dónde están los problemas aunque sean minoritarios?

Hace un poco más de un par de semanas mi padre ha tenido un infarto cerebral y no os cansaré con las penurias que llevamos soportadas, baste explicar aquí, para ilustrar mi indignación, como culmen de la acumulación de despropósitos (que sería muy prolija de narrar), que una vez convenido con el médico de urgencias el traslado de mi padre al hospital en el que siempre ha sido atendido y donde estaba todo su historial para que lo viesen los especialistas necesarios, estuvimos esperando durante CINCO HORAS una ambulancia que lo trasladase de un hospital a otro, y cuando ésta apareció sólo venía el conductor en ella…Yo me fui del hospital con mi reclamación oficial hecha y en el momento presente, en el que nadie la ha contestado, todavía me pregunto ¿Servirá para algo? ¿O simplemente terminaré engordando un “grupito” de “no satisfechos o muy satisfechos” en alguna encuesta contratada por el Servicio Madrileño de Salud?

No sé qué porcentaje de esos que no salen directamente en la encuesta están en mi indignada situación, no lo sé porque la encuesta nada dice de nosotros ¿Seremos uno de cada mil? ¿Uno de cada 100? ¿Quizás toda esa silenciada y muy sufriente minoría, de uno de cada diez? Quizás a algunas personas (puede que desgraciadamente a la mayoría de mis conciudadanos, las elecciones así lo parecen indicar) le parezca que uno de cada mil, o uno de cada cien, o incluso uno de cada diez pacientes como mi padre, es algo asumible, un simple número más, un número pequeñito, y en el que no hay que pensar demasiado, y ahora es cuando yo le hago a todas esas personas la pregunta ¿Estás dispuesto a asumir y ver como algo normal, que por ejemplo esa persona mal atendida fuese precisamente, por ejemplo, tu hijo o tu padre?

Desgraciadamente, como en el caso de la pena de muerte y los inocentes ejecutados, allí donde se producen estos casos y la mayoría de la gente está confortablemente en su casa sin pensar siquiera en ello, la pregunta ya está respondida: Sí, la gente está dispuesta a asumirlo, aunque en su “bendita inconsciencia” no lo sepa, de hecho ya lo ha asumido si no está haciendo nada para cambiar el estado de las cosas. Y a diferencia de la discusión sobre la pena de muerte, en la que aún resta la perversa idea de que “es poco probable que a mí o a los míos les pase”, en el caso de la atención sanitaria deficiente las papeletas son muchas más, pero al que le toque ese siniestro sorteo en el futuro lamento decirle que entonces será tarde, entonces él ya no será de la mayoría que responde favorablemente a las encuestas del Servicio Madrileño de Salud y vive ahora mismo muy tranquila, para entonces ya no saldrá directamente en las encuestas y nadie hablará de él.

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